Dejar de sobrevivir para empezar a vivir: guía práctica

Artículo publicado en: 29 sept 2025 Autor del artículo: Josefa Vial Brizzi
Dejar de sobrevivir para empezar a vivir: guía práctica
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Crecemos inmersos en una cultura, una familia, un país y un grupo de amigos que fijan ciertas creencias, dan forma a un paradigma. Ese paradigma define “cómo se vive” “como hay que ser y que metas perseguir. Pero ¿qué pasa cuando ese paradigma no es natural para ti?

Desde la revolución industrial y con la globalización, las formas de vida se estandarizaron: apareció un humano estándar que debe seguir pasos estándar, metas estándar y vidas estandarizadas para ser exitoso y pertenecer.

Porque si pertenezco sobrevivo ¿o no? Mi tribu me cuida…

El problema es que, si bien compartimos necesidades humanas (refugio, alimentación, descanso, vínculo, pertenencia, etc…) Estas toman una forma y color único en cada uno de nosotros. Así cuando tratamos de satisfacer nuestras necesidades siguiendo estándares y expectativas ajenas no podemos vivir, sólo podemos sobrevivir.

Habitamos vidas con ritmos artificiales, siendo y haciendo en incoherencia. Dormimos, comemos, trabajamos y nos vestimos como “se debe” (según donde crecimos), en formas que nos permiten sobrevivir pero no impiden vivir. Apagamos la sensación de estar vivos.

Señales del modo supervivencia (checklist integral)

Físicas/energéticas

  • Energía baja y sensación de arrastre desde la mañana; cansancio al despertar.
  • Sueño que no repara, despertares nocturnos; ojeras persistentes.
  • Tensión muscular (cuello/espalda), bruxismo o dolor mandibular.
  • Respiración corta, sensación de nudo en pecho/estómago; taquicardia y sudoración ante mínimos estímulos.
  • Problemas digestivos (inflamación, acidez, intestino irregular).
  • Dolores de cabeza/migrañas; piel reactiva.
  • Cambios de apetito (comer de más o de menos) y/o cambios en la libido.
  • Dependencia de cafeína/estimulantes para “funcionar”.
  • Comida ultra procesada frecuente; cuerpos desnutridos y obesos; marcadores alterados.

Emocionales

  • Ansiedad sostenida, ataques de pánico, burnout.
  • Irritabilidad o aplanamiento (no sientes casi nada).
  • Malestar persistente pese a “hacer todo bien”.
  • Sentimiento de vacío o insaciedad (nada alcanza).
  • Uso de sustancias/comida para sobrellevar la semana.

Mentales/cognitivas.

  • Rumiación, confusión y niebla mental; olvidos.
  • Urgencia constante, dificultad para concentrarse o pausar.
  • Multitarea crónica; miedo a “quedarse atrás”.
  • No saber por qué tienes/haces lo que haces; seguir la masa por inercia.

Conductuales/hábitos

  • Hiperproductividad + incapacidad de descansar sin culpa.
  • Postergar autocuidado básico (comer, hidratarte, moverte, revisar salud).
  • Hiperconexión/distracción: scroll compulsivo, pantallas hasta tarde.
  • Necesidad de más y más cosas (compras, logros) sin sentir satisfacción.
  • Falta de juego/placer y creatividad fuera del rendimiento.

Relacionales

  • Vínculos tóxicos o dinámicas que ignoras (red flags normalizadas).
  • Dificultad para decir “no”; complacer para pertenecer.
  • Aislamiento o, al revés, saturación social que drena.
  • Vida “perfecta” en lo externo, pero malestar constante por dentro.

Laborales/propósito

  • “Trabajo exitoso” habitado como fracaso o con insaciedad.
  • Sensación de desalineación con valores; pérdida de sentido.
  • No saber hacia dónde vas ni qué estás construyendo.

Espirituales/identidad

  • Desconexión de tu esencia; no escuchas tu brújula interna.
  • Vivir en incoherencia entre lo que sientes, piensas y haces.
  • Alejamiento de lo sagrado cotidiano (presencia, gratitud, ritual).
  • Desarraigo de la naturaleza y de los propios ritmos.

Entorno/sistema

  • Ritmos artificiales y agenda sin pausas.
  • Caos ambiental (hogar desordenado, luz/pantallas a deshora).
  • Desorden financiero y decisiones reactivas.

Red flags (requieren atención prioritaria)

  • Ataques de pánico recurrentes; insomnio severo.
  • Ideación autolesiva o abuso problemático de sustancias.
  • Somatizaciones intensas que impiden la vida diaria.

En estos casos, suma apoyo profesional (médico/psicológico) además del trabajo energético y de hábitos.

Si has hecho “todo lo que se espera” y aun así no te sientes bien, no es que estés fallando: estás siguiendo reglas estandarizadas que no funcionan para todas las personas. Pregúntate lo que se espera ¿es lo que yo espero de mi y mi vida?.

Supervivencia: psicoemocional y fisiológica.

Este modo de sobrevivencia es tan psicológico como fisiológico.

Vivir rápido, sin orientación interna y con disonancia entre el sentir pensar y hacer nos pone en estrés crónico: se activan las vías de alerta del sistema nervioso central, llevando nuestro ser a modo supervivencia. Altos niveles de cortisol y adrenalina, músculos activos, frecuencia cardiaca y respiratoria alteradas, etc. Esto genera desequilibrios físico químicos y hormonales en el cuerpo afectando nuestra fisiología, emoción y mente y, en consecuencia, nos aleja de nuestra espiritualidad.

Porque ¿qué es espiritualidad sino expresar nuestro espíritu en el mundo, nuestra alma en nuestra humanidad? Ser espiritual es vivir con tal coherencia que tu esencia se exprese en tu vida cotidiana. porque tu espíritu es parte de ti como tu hígado o tu corazón, sólo debes dejarle salir.

Para eso ya no debemos ser desde el descontrol sobreviviendo sin dirección clara, sino desde un orden íntimo donde tu espíritu guía tus pasos y creas tu propio propósito. Ahí comienzas a vivir.

Porque vivir no es mantenerte vivo, esa es la definición de sobrevivir: “permanecer en el tiempo o perdurar”.

Vivir es sentir y experimentar la vida. Y para sentir, necesitamos bajar el ritmo y volver a nosotros, a nuestros propios ritmos, a nuestras propias formas.

¿Cómo empezar a vivir?

No necesitas ejercicios imposibles ni fórmulas mágicas. Necesitas voluntad y amor por ti, necesitas pausa. Empieza por aquí:

Para y pregúntate quién eres. Escríbelo sin filtros: ¿qué te importa?, ¿qué te hace bien?, ¿qué ya no?

Evalúa tu ritmo. ¿Te acomoda la velocidad a la que estás viviendo? ¿Dónde puedes ralentizar?

Crea pausas reales. La pausa no es solo descanso: es integración. Sin pausa, vivimos “de largo” las experiencias.

Pregunta-origen. Antes de decidir o actuar: ¿lo hago desde mí o desde el mundo que me formó?

Un límite al día. Di no a aquello que drena tu energía y a lo que la nutre.

Higiene energética mínima. Un ritual breve de limpieza–carga–programación, elige prácticas cotidianas simples y más elaboradas mensualmente.

HMV – Hábito mínimo viable. Elige una acción pequeñita, sostenible por 7 días.

Dejar de sobrevivir para empezar a vivir es una decisión diaria. El camino a veces sube y baja: no se trata de “hacer todo perfecto” sino de volver a ti, de sostener pequeñas acciones que, con el tiempo, crean tu vida en salud.

¡No te olvides de contarme cómo te va! me encantaría escuchar sobre tu proceso!! y si necesitas compañía, aquí tienes el camino:

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Ver kit básico de estabilidad energética.